Hace unos años, cuando Amancio Ortega entraba por primera vez en el top 10 de las personas más ricas del mundo de la revista Forbes, una buena amiga me contaba una conversación que había oído en el metro. Una chica de menos de veinte años hojeaba un diario gratuito y le comentaba a su amiga: “Fíjate, ya estamos entre los diez primeros”, refiriéndose al evento de ver un individuo de nacionalidad española en tan nombrado ranking . No creo que las dos muchachas fueran hijas del señor Ortega, pues dudo que si visitan Barcelona se muevan en transporte público, como tampoco creo que se trate de accionistas de su principal empresa, Inditex. Así que deduzco que se enorgullecían de compartir nacionalidad con uno de los diez individuos más ricos del mundo, infiriendo, como los medios de comunicación y una interminable pandilla de tertulianos neoliberales nos invitan a hacer, que si los millonarios y millonarias autóctonos les van bien las cosas, a la ciudadanía también le irá bien, aunque sea recogiendo las migajas.

Esta semana, Forbes ha colocado al ejemplar empresario gallego como propietario de una de las tres mayores fortunas del mundo. Seguro que la noticia debe haber enorgullecido a muchos españoles y españolas que justifican la buena estrella del señor Ortega repitiendo la letanía que han leído en algún periódico del domingo que desde hace tiempo nos ofrecen artículos, reportajes y notas periodísticas que destacan que Amancio es un “empresario hecho a sí mismo” que está recogiendo los frutos de haber trabajado duro durante décadas. Los medios de desinformación mayoritarios pero, olvidan a las costureras gallegas que durante décadas han levantado las marcas del grupo Inditex trabajando muy muy duro a cambio de salarios más bien modestos. Estas obreras, que muchas veces trabajaban en su propio domicilio cobrando por trabajo hecho y fuera de la legalidad, se han ido quedando sin trabajo a medida que Zara, Bershka, Stradivarius y el resto de marcas del grupo han subcontratado talleres en países que ofrecían unas condiciones “óptimas para la industria de la confección”

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