Toda nuestra cultura sufre de lo que algunos llaman «pérdida del alma», que no es más que una pérdida de sentido, dirección, vitalidad, misión, identidad y conexión genuina, una profunda infelicidad que la mayoría de nosotros hemos llegado a considerar como algo simplemente ordinario… Esta epidemia nos ciega para ver el potencial de la alegría y la plenitud en el día a día… Cuando se recupera la pérdida del alma, se ven las cosas familiares de nuevas maneras y aumenta el gozo en lo que ya se tiene.

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