“¿Qué es lo que no quieres que sepan de ti bajo ningún concepto?” Con esta singular pregunta suele dar la bienvenida la protagonista de nuestra entrevista a los alumnos que acuden a su singular escuela. Vinculada desde hace 25 años a proyectos teatrales experimentales, así como de danza y mimo corporal dramático, y miembro fundador de la reconocida compañía Teatro del Silencio, Jessica Walker (Chile, 1963) ha dedicado los 14 últimos años de su vida a idear, moldear y consagrar el proyecto Laboratorio, escuela de expresión corporal dramática con sede en Barcelona, en la que ha desarrollado una metodología propia, innovadora, holística, arriesgada y, por encima de todo, vivencial y transformadora.

Con la libertad, el compromiso y la “disciplina gozosa” por bandera, su propuesta consiste, en síntesis, en un intenso adiestramiento físico, mental, emocional y espiritual de cuatro años para derrumbar condicionamientos y poder alumbrar creativamente la verdadera esencia que llevamos dentro. Coincidiendo con los preparativos de su 50 cumpleaños, efeméride que ha querido celebrar pasando 50 horas meditando, y poco antes de su anual retiro de inspiración en una cueva de Formentera, Walker aprovechó la entrevista que nos concedió para anunciar la creación de la ONG Nirname, con la que pretende llevar a cabo un nuevo proyecto de Laboratorio en la India.

Lee la entrevista publicada en la Revista Kalma nº 8:

“Más que algo funcione, lo que me interesa es que esté vivo”

¿La vida es un teatro o el teatro es vida?

Ambas cosas, sin lugar a dudas. Es impresionante lo que pasa en el escenario cuando se te quita el miedo… Desde el escenario se nos plantea la posibilidad directa de vernos tú y yo; es muy terapéutico por sí mismo, sin necesidad de hacer mucho más, aparece la vida. En el fondo, la vida planteada como teatro es una anécdota, algo que se queda muy corto en relación a lo que nos brinda la existencia. En nuestra escuela buscamos la conexión con nuestra alma y también con Dios… No es un juego, un antojo o una moda, lo hacemos profundamente y de verdad. Me conmueve la posibilidad de crear en el escenario tocando holísticamente nuestra esencia, abriendo las compuertas de todo aquello que nos da miedo. Entrando ahí nos damos cuenta de todo lo que aparentamos, de nuestra relación con el cuerpo, con la exposición, de las capas y capas de ego y mentira que llevamos encima… Entonces el teatro se vuelve absolutamente la vida misma y empezamos a ver qué se esconde debajo de todo esto.

¿Cómo entró el teatro en tu vida? ¿Qué es lo que te atrapó?

Sinceramente no sé qué es lo que exactamente me atrapó… Es algo que no sabía a los 17 años cuando entré en la universidad. Podríamos hablar de una intuición, una inquietud…  Algo si más no sorprendente porque en el fondo soy tímida, un rasgo que en mayor o menor medida considero común en todo ser humano. Sin embargo, es ahora que entiendo porqué me he dedicado a esto y el rumbo que ha ido tomando mi vida. No fui feliz con la metodología de la universidad clásica y quizás por ello he acabado planteando después la escuela que he planteado. Ahora bien, sí que destacaría el impacto que tuvo en mí la figura de Mauricio Celedón, un chileno que vivía en Francia con el que realicé un curso que me fascinó y que más adelante dio origen al Teatro del Silencio, una compañía de teatro experimental que se hizo emblemática en Chile.

¿Está socialmente demasiado desaprovechado el potencial del arte dramático?

Sobre todo siento que está muy desaprovechado en las escuelas, donde predomina el acartonamiento, el condicionamiento del talento y la búsqueda de un producto. Hay muchas carencias y nos perdemos en la manera de enseñar el arte en general. La base no es buena. No entiendo cómo nos pueden poner una nota pintando un dibujo… Siento que este modelo es demasiado añejo y caduco y ya no nos sirve. Cualquier escuela artística debería promover la conexión y la integración; meditar bajo un árbol no es algo exclusivo de la India, no lo debería ser…

¿Por qué es necesario el teatro experimental?

Porque es completamente vivencial. Algunos terapeutas que han estado en la escuela me han llegado a confesar que puede ahorrarte cinco años de psicólogo… No quiero desmerecer ningún trabajo que se realice sentado en un sillón, pero realmente no tiene nada que ver el hecho de limitarse a hablar con ponerse a trabajar de lleno a nivel dramático y corporal. Nuestro potencial creativo está muy limitado y la expresión corporal en libertad produce cambios sorprendentes en campos o aspectos que nunca antes nos hubiéramos imaginado. El teatro experimental es necesario porque trabaja con la conexión directa y el ahora, busca la fluidez por encima de la necesidad de querer hacerlo bien o de que algo “funcione”. Más que algo funcione, a mí lo que me interesa es que esté vivo. En el fondo, no se trata más que de sacudirnos para darnos cuenta de que estamos vivos.

Difumina fronteras…

Es un teatro de pensamiento y cuerpo abierto. Todo está abierto para ver qué sucede… Es una creación, una investigación constante y profunda. Más allá de cualquier norma o forma, la experiencia es mucho más directa y con uno mismo. Cuando trabajas de verdad contigo mismo, se te enciende todo. En todo ello, es muy importante que haya mucha libertad pero también mucho respeto.

¿Cómo se llega al equilibrio entre libertad y disciplina?

Tal y como yo me lo planteo, a mayor libertad, mayor compromiso. Así de simple. La libertad no la entiendo como un todo vale porque sí, para mí es un compromiso con Dios, contigo y conmigo, con la Tierra… Es entonces cuando aparece la disciplina, no aquella que es ardua y pesada, sino la disciplina gozosa que se haya enraizada en la base de la propia libertad y que se dispara a niveles muy álgidos cuando de verdad amamos lo que hacemos. Por tanto, a mayor compromiso, mayor disciplina gozosa y mayor todo; mayor fe, mayor devoción, mayor respeto… A este nivel, todo se expande y amplifica.

Parece que el lenguaje experimental todavía suscita recelos, miedos… ¿Qué nos asusta exactamente?

Generalmente, se suele trabajar “en pequeño”; en cosas que nos resulten cómodas, más o menos fáciles y que no impliquen demasiado riesgo… En cambio, para mí, un creador es alguien que se arriesga, eso sí, con sentido y fundamento. Y eso mismo ya nos hace perder en gran parte el miedo al fracaso, a la locura. Siento que tenemos tan poca información de nosotros mismos que a menudo llamamos locura a algo normal. Gritar, reír, cantar, llorar… Es parte de nuestra naturaleza, de nuestro salvaje, de nuestro animal. ¿Qué sería de nosotros sin nuestra parte salvaje? Qué aburrimiento… Ahora bien, en este proceso el miedo es también un compañero de viaje, pues para no tener miedo, mejor nos quedamos en casa sentados en nuestro silloncito, con todo limpito y ordenadito. Sin miedo no vamos a ninguna parte. Lo más hermoso es tratar de profundizar en ese color propio para poder tener realmente una apertura más directa entre tú y yo, que se pueda producir un tipo de acercamiento que no sea el más típico, el más normal…

¿Hay algún límite en lo experimental?

En el trabajo que nosotros realizamos hay un límite en el momento que uno siente que la energía del compañero le está “agrediendo” o sobrepasando. Cuando esto sucede, se hace un gesto, el otro para, y respiramos hasta que nos sentimos en condiciones para seguir. No veo otro límite… No obstante, yo siempre intento no forzar nada. La maravilla de lo que sucede en el Laboratorio es que es realmente el espíritu el que desea realizar la conexión; ahí reside la fuerza de la vivencia del “experimento”. Se abre el espacio y hay que tener paciencia para dejar que lo que tenga que suceder, suceda.

¿Cómo fomentar la creatividad en una sociedad tan rígida y estructurada?

Hay que meditar, meditar, meditar… Hacer teatro y meditar; hacer yoga y meditar; hacer baile y meditar… Todo tu arte llevarlo a la meditación y a la conexión. Y no me refiero a sentarte en postura de loto, cerrar los ojos y entonar un mantra, que es una técnica fantástica que me encanta, sino más bien a la conexión que puede realizar cualquier persona poniendo el alma en lo que hace. Profundamente siento que la clave está ahí. Así pues, yo utilizo el teatro como herramienta para esta meditación. A mayor esencia, mayor presencia…

¿Qué es necesario para emprender un proceso creativo?

Con sólo quererlo no basta, en general somos muy dispersos y perezosos…  Podemos tener muchas ganas de algo, sin darnos cuenta de que en realidad estamos ciegos y sordos. La voluntad es básica para despertar, pero sobre todo es necesario que vaya acompañada de constancia. Nos perdemos mucho en la manifestación.

¿Cómo dar más espacio a las emociones y el espíritu?

Primero hay que trabajar bien la mente. Todo está en la mente, también el espíritu y las emociones. Todos los maestros y tradiciones coinciden en la gran necesidad de regenerar  la mente y nuestro sistema de pensamiento. Creo que hay muchas técnicas válidas para llegar a establecer esa conexión emocional y espiritual, pero lo que a menudo más necesitamos de verdad es una patada en el culo para despertar y dejar de perder el tiempo con victimismos y lamentaciones.

Medicina china, yoga, clown, escritura creativa, danza, butoh… Háblanos del uso de técnicas tan diversas para llegar a la esencia.

Uno de los rasgos característicos de nuestra escuela es el lujo de poder contar con un grupo de profesores especialistas en distintas disciplinas que viven y aman lo que hacen. Tal y como lo planteamos, más allá de las asignaturas, sus enseñanzas se entretejen como una potente tela de araña que va cuestionando y replanteando, que te va moviendo y abriendo, para poder llegar más entonado al trabajo de exposición que se realiza conmigo.

¿Dónde está el límite entre personaje y esencia?

En la escuela también creamos personajes pero con un proceso que siempre pasa a través de cada uno. Cada alumno canaliza y deposita su propia alma en su personaje. Con todo lo que uno tiene, se utilizan los propios colores para moldear genuinamente personajes con los que a priori poco o nada podemos sentir en común. Trabajamos con personajes desde la esencia.

¿Cómo os relacionáis con las barreras del ego?

Como en cualquier otra disciplina, a medida que vamos avanzando el propio entrenamiento te va reblandeciendo… En nuestro proceso de formación, trabajamos directamente con las dificultades que nos crea el ego; situaciones de celos, comparaciones, envidias… Lograr identificarlo y saber ubicar todo aquello que está relacionado y nos duele ya es un gran logro.

Explícanos la analogía entre pisar el escenario y caer rendido a los pies del gurú…

El teatro, en sus orígenes, es rito y espacio sagrado. Y es con esta conciencia que nos planteamos nuestro trabajo en el escenario. Con su manifestación, cada participante “reza” simultáneamente y en libertad, a su propia manera, en un espacio común que propicia que tarde o temprano todos caigamos de rodillas… Es toda una experiencia energética y de renovación.

¿Por qué escoges Hamlet para las representaciones de fin de curso?

Una fuerza superior me lo hizo sentir así… Al principio no me cuadraba demasiado trabajar uno de los grandes clásicos en una escuela experimental, pero después de todas las representaciones que ya llevamos hechas no dejo de sorprenderme de sus grandes posibilidades… Está resultando muy enriquecedor para todos.

¿Cuál es el objetivo de los intensivos que realizáis en el bosque?

Poder establecer un contacto directo con la naturaleza y los elementos, alimentándonos de forma sana y conviviendo de forma más estrecha… En las condiciones que se realizan este tipo de retiros la experiencia de transformación y renovación se magnifica.

Avánzanos alguna cosa más de la ONG que acabas de crear…

Nirname, laboratorio de artes para el desarrollo humano celebrará su primer festival en Argentina del 4 al 8 de diciembre. Y respecto a la creación de un nuevo proyecto de Laboratorio en la India y no en otra parte, lo siento como una vuelta a los orígenes, como una gran necesidad de establecer un contacto directo con sus espacios sagrados.

¿Cuál dirías que ha sido el gran aprendizaje en todos estos años?

Caerme de rodillas ante mi ego y mi personaje. Comprender, jugar y verme una y otra vez en todo este proceso de humanidad.

Entrevista: Daniel Gomis

Foto: Ulises Fontana Liberphotography

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