Psicólogo de formación, profesión que ejerció con éxito durante años en EE.UU., Isaac David Garuda (Massachusetts, 1944) es un incansable e inconformista buscador difícil de encasillar. A partir del contacto directo con Alexander Lowen, fundador de la terapia bioenergética, y Stanislav Grof, uno de los fundadores de la psicología transpersonal, aprendió la importancia capital de la conciencia respiratoria y la sanación emocional y empezó a experimentar con fuerza la necesidad de trascender las limitaciones del plano mental. Todo ello desembocó en una decidida renuncia de su actividad clínica profesional para seguir avanzando en su proceso de crecimiento espiritual. En un largo peregrinaje por distintos países, Garuda coincidió con varios místicos y maestros como Sunyata, Alan Watts o Ramesh Balsekar, hasta que se instaló en Pai, Tailandia, donde reside en la actualidad dedicando gran parte de su tiempo a escribir y guiar retiros de meditación. El protagonista de nuestra entrevista viaja también a menudo por todo el mundo para compartir su humilde sabiduría y su maravillosa experiencia de encuentro con la propia divinidad.

Entrevista publicada en la revista Kalma nº 7

“Nuestra visión de lo que nos rodea depende totalmente de cómo respiramos”

¿Cómo fue tu primera toma de contacto con la terapia bionergética?

A mediados de los años 50, Alexander Lowen y John Pierrakos impulsaron en EE.UU. una nueva forma de terapia con la fundación del Instituto Internacional de Análisis Bioenergético. Después de terminar mi formación en Psicología en los años 70, llegó a mis manos uno de los libros de Lowen y tuvo un impacto tan profundo en mí que decidí ir a conocerlo en persona. Nada más verme, me hizo quitarme la ropa y detectó dónde estaban concentradas mis tensiones emocionales con sólo observar mi cuerpo. Poco a poco, sus ejercicios y su trabajo corporal de reajuste me permitieron empezar a liberar las emociones a través del llanto…

Un encuentro que marcaría un antes y un después también en tu actividad profesional…

En efecto. Fue a partir de la intensidad de la propia experiencia que decidí reconvertir mi trabajo de terapia psicológica más tradicional incorporando los métodos de Lowen. En el fondo, lo primordial de su propuesta era dar una importancia capital al restablecimiento de la respiración natural. Esta respiración, profunda y completa, no debería suponer ningún esfuerzo ni dificultad, pero con el tiempo se vuelve cada vez más complicada a causa de las tensiones emocionales que vamos almacenando.

La respiración, tan importante y tan olvidada…

Fue Wilhem Reich, maestro de Lowen, y uno de los grandes estudiosos de Freud, quien observó y estableció que la respiración superficial torácica, la más habitual y extendida, es un claro reflejo de la tensión emocional no atendida que subyace en nuestro cuerpo. Respirando de esta manera sólo aprovechamos un 20% de la capacidad respiratoria que poseemos. No somos conscientes de que nuestra visión, las sensaciones que nos produce lo que nos rodea, dependen totalmente de cómo respiramos. Sólo tienes que parar y darte cuenta…

¿Qué es necesario para recuperar la plenitud de la respiración?

En primer lugar, tal y como yo lo viví, confiar en el método y soltar, rendirse…

¿Realizar terapia para poder vivir con un mínimo de armonía es hoy más imprescindible que nunca?

Creo que, por encima de todo, lo más importante es el deseo y la voluntad de liberarse y poner fin al sufrimiento. Ya lo decía Buda… Querer realmente poner fin a la infelicidad. A partir de ahí, uno debe estar dispuesto a iniciar un proceso de transformación; dejar morir el sentido que se ha tenido hasta el momento de uno mismo, lo que has creído que eras tú, para que pueda nacer el Dios que mora en tu interior.

Las opciones para realizar un proceso de crecimiento personal no dejan de aumentar… ¿Cómo saber cuál es la más indicada?

Sólo puedo responder desde mi propia experiencia… En 1981 experimenté la gran necesidad de dejar atrás todo lo que había estado haciendo hasta el momento a raíz del convencimiento de que todo lo que realmente deseaba en esta vida; amor, placer, felicidad… no lo conseguiría jamás a través del pensamiento. A partir de ahí, mi atención se empezó a focalizar mucho más en la respiración y en sentir el cuerpo… En realidad, estoy hablando de lo que sería una meditación constante, o en otras palabras, mantenerse instalado en el presente. Algo imposible si no se empieza por llevar primero la conciencia a la respiración.

¿Qué hacer con esa mente que tanto nos posee?

En el fondo, si vivimos desde la mente, no dejamos de ser personajes que interactúan… Cada mente es como una película con significados diferentes para cada personaje. Por tanto, se trata de pasar de estar aprisionado en la corriente de pensamientos, el terreno del ego y el falso yo, a dar un salto que nos instale en la corriente de la vida, abiertos a sus sensaciones y experiencias; con todo lo que ello conlleva… una aceptación total tanto del placer como del dolor o la emoción que sea. Este es para mí el viaje espiritual.

Las emociones generan mucha confusión…

Para entrar en este proceso es necesario soltar, y llorar ayuda a menudo… Cuando nos sentimos mal no es por nuestra situación actual, sino que en el fondo, ésta no deja de ser un reflejo de algo que ya llevamos dentro y que no ha sido debidamente atendido. No hay emociones negativas, toda emoción es un regalo divino. Por tanto, no se trata de reprimirlas sino de expresarlas, por ejemplo, chillando en un cojín. Es el sentir y la liberación de lo reprimido lo que purifica nuestro corazón.

¿Tenemos miedo a vivir?

La gente tiene en general mucho miedo a amar. El mundo se ha vuelto una locura… Bueno, en realidad, no hay ningún problema con el mundo, el problema lo creamos nosotros creyéndonos los pensamientos con los que interpretamos la realidad. Esto es algo en lo que todos los maestros coinciden.

¿Cuántos niveles de conciencia crees que hay?

Podríamos dividir nuestra conciencia de la realidad como si de un edificio con varios pisos se tratara. En el primer piso, somos víctimas de los condicionamientos impuestos por la sociedad, la familia… simplemente lo aceptamos sin cuestionarlo. Viviendo en ese primer piso, hacemos que la realidad impuesta tenga su sentido y sea importante para nosotros. Ahora bien, el gran trabajo a realizar, para subir a los pisos superiores, es ir vaciando nuestra mente; sobre todo, interviniendo para detener nuestra adicción al pensamiento. Más allá de sentarse y cerrar los ojos, estar muy atento para llevar a cabo este proceso es el auténtico sentido de la meditación.

¿Cómo detectar que ha llegado la hora de “subir de piso”?

El primer paso para no quedarse estancado y subir a los siguientes pisos es el cuestionamiento. Cuando uno empieza a preguntarse: “¿En realidad las cosas son así o hay algo más…?” Normalmente, este cuestionamiento aparece a partir de la conciencia de la propia insatisfacción ante la vida que se lleva.

¿Qué viene después?

En realidad, el único aprendizaje que hay que hacer hasta llegar a lo que yo llamo el piso 38 es el aprendizaje del auténtico amor. Un aprendizaje que nos va convirtiendo en personajes mucho más amables y agradables en la película que vivimos, y que nos debería llevar a un estado de amor incondicional en el cual poder amar al otro sin esperar absolutamente nada a cambio. En ese estado, se puede amar también desde la compasión y la distancia a todas aquellas personas con las que quizás no sentimos demasiada afinidad o simplemente no nos apetece pasar nuestro tiempo con ellas.

¿Hay algo más después del amor?

Después de transitar ese camino, hace tan sólo un par de años, estando en un estado de gran felicidad; recordemos que amor y felicidad van de la mano, no pueden existir por separado, conseguí dar un paso más allá teniendo una experiencia directa de Dios. No del Dios que a menudo podemos imaginar, sino del Dios o Ser que llevamos dentro, cuya conciencia se manifiesta como una absoluta certeza y una luz cegadora que nos revela que hay otra realidad detrás de la persona que creemos ser; una realidad que nos dice que el mundo que se limita al cuerpo sucede sólo en nuestra mente. Cuando llegas al piso 39, te posee la certeza de que el mundo como lo vemos no es real, y por tanto, no hay nada en lo que pensar o de qué preocuparse…

¿Es el final del camino?

No… Todavía está el piso 40, en el que ya sólo resta el vacío, pero este es aún un terreno demasiado nuevo para mí… Ahora bien, la experiencia de estos dos últimos pisos no es posible si no nos focalizamos primero absolutamente en el amor. Es la gran preparación para acceder al nivel superior que se encuentra mucho más allá de la mente.

Lo sencillo, la búsqueda de lo esencial, no resulta atractivo en la cultura del materialismo…

Lo que resulta atractivo y lo que no, depende únicamente del “piso” en el que uno se encuentra. Todo tiene su sentido y no debemos preocuparnos en absoluto por cómo viven la realidad lo que nos rodean. Si uno se siente muy identificado con el nivel más básico, seguramente es porque aún no está preparado para dar el salto… Insisto, no hay nada de qué preocuparse…

¿Nos despistamos con demasiada facilidad?

Tenemos que estar muy atentos a nuestra constante necesidad de llamar la atención, de demostrar cuánto sabemos, cuánto valemos… ¿Cuánta energía invertimos a diario en ello? Hay que tener claro que este es el terreno del ego y lo único que nos aporta es impedirnos llevar a término la conexión más profunda a la que aspiramos.

¿Merece la pena dedicar años y energía a sanar todas las heridas del pasado?

Siempre aconsejo no pensar en las cosas que ya han pasado, recuerdos incluido. Lo realmente importante es atender las emociones resultantes que aún hoy están en nosotros. Como consecuencia de ello, siempre suele haber restos de tres clases de impurezas que tienen que ser sanadas: tristeza-dolor, frustración-rabia y miedo-ansiedad. Tenemos que experimentarlas para poder liberarlas y nunca tomárnoslas como el resultado de algo personal, ya que su origen puede encontrarse incluso más allá del nacimiento de la persona.

Entrevista: Daniel Gomis

www.kalmaioga.com